10 feb 2017

La frase del filósofo

"Cuando el corazón llora por lo que ha perdido, el espíritu ríe por lo que ha encontrado" Le escuché decir hace unos años a un amigo. Es una frase de Séneca, que, oída en un momento de sumo dolor, después de una ruptura sentimental, puede significar la simple unión de unas cuantas palabras vacías. Unión, lo que sientes que te falta en ese momento. Dolor, lo que tocamos dentro y fuera. Pocas ganas de comer y dormir. Aumento de la ingesta de dulces. Nuestro cerebro nos pide desesperadamente una compensación. En los peores casos el número de cigarrillos fumados o incluso de copas de vino bebidas, de cervezas, de alcohol en general, se multiplican. Buscando sentirnos bien al final acabamos por castigarnos más. Eso sin contar con querer llenar el vacío que deja una persona con el espacio que ocupa otra, la que sea, alguien que no nos conviene.

Pero la frase en realidad, aunque en principio nos suene hueca nos enseña la luz al final del túnel, es un hilo de esperanza que cuando menos te esperas se convierte en un fogonazo de felicidad.

El domingo fui a una fiesta infantil. Era el cumpleaños de un amiguito de mi hija pero había muchos adultos. Mientras los niños jugaban yo hablaba con dos mujeres, una mamá y una amiga de la madre del homenajeado.

Las mujeres rápidamente profundizamos y hablamos de sentimientos, además yo creo que lo propicio, no me gustan los discursos huecos, ahí prefiero estar en silencio o hacer algo más productivo. De verdad, cada vez llevo peor no aprovechar el tiempo o mejor, malgastarlo en situaciones que me contaminan, que me llenan de ruido la cabeza, que ensucian mi mente y me roban energía. La cosa es que ambas mujeres tenían rupturas sentimentales recientes y cuando vi asomando una lágrima en el ojo de una de ellas les solté a bocajarro la frase del corazón y el espíritu. Una de ellas me dijo: "Ojalá encuentre a alguien pronto". Estamos tan acostumbrados a vivir en pareja. Cierto que a todos nos gusta el calor, estar con otra persona, la unión, dormir en compañía, pero nunca debería ser a cualquier precio. Y me consta que a menudo queremos mal, nos quieren mal y lo permitimos, precisamente porque tenemos un problema de base que es querernos mal a nosotros mismos. Es la consecuencia de muchas vivencias de falta de respeto que se lleva perpetuando siglos. Nos hemos preocupado más por las guerras y las conquistas de otros países (¿continentes?) que por querernos bien y prodigar el amor en mayúsculas, el desinteresado, el que no pide, el que confía. La historia de la humanidad, aunque me consta que es desde hace unos milenios, es decir que no siempre ha sido así, nos habla de competitivad y conflictos de todos los colores. Al mundo lo ha movido el miedo, que, por lo demás, es una emoción humana natural. El problema es que ha dominado demasiado sobre el amor. Por eso nos cuesta tanto el amor grande, aunque ésta es sólo mi humilde opinión.

He vivido algunos duelos, algunas rupturas sentimentales y puedo confirmar que las palabras optimistas en ciertos momentos no son bienvenidas. Perdí al padre de mi hija y hubo quien me dijo que es que tenía que aprender no sé que lección. Creedme, hay momentos en los que la buena educación cuesta. Hay momentos en los que dudas que es buena educación. Hay momentos que dudas más del sistema que otros, aunque últimamente dudo casi permanentemente, de ahí mi esfuerzo por querer hacer las cosas de forma distinta y obstinarme en querer salvar a personas de lastres sociales demasiado caros para nuestro bienestar.

Algunos años antes de conocer al padre de mi hija viví una ruptura dolorosa, el final de la relación más larga que he tenido. Sentí un vacío inmenso en los meses que sucedieron dicha ruptura y cuando supe que él rehizo su vida con otra persona la cual, en la actualidad es su mujer y madre de sus hijos, fue como si me rompiera por dentro. Recuerdo el dolor, la ansiedad. Pero recuerdo que a medida que pasaban las semanas y yo lograba distraerme había momentos en los que sentía grandes y verdaderas emociones de alegría. Poco tardé en saborear el placer de estar conmigo misma, el de no deberle explicaciones a nadie. El de hacer casi siempre lo que quería. La libertad y la felicidad son sinónimos directos. No me cabe la menor duda. Pero hubo algo que me ayudó a superarlo todo y fue saber que él se sentía cuidado y atendido y feliz con otra persona. Eso me liberaba. Eso me hizo liberarles el camino para que ellos se quisieran tranquilos. También ayudó la distancia, ahora vivíamos de nuevo en países distintos.

Un año después quiso verme, para un café.Yo accedí, a pesar de que muchas personas de mi entorno me lo desaconsejaron. Estaba segura de mi decisión. Había superado la ruptura, si lo pasaba mal sabía que lloraría un poco, o mucho, pero sentía que tenía que afrontar ese momento.

Ese café pasó. Estuvimos algo más de una hora charlando de la vida y fue suficiente para darme cuenta de que realmente lo había superado. De que no sentía nada por la persona que tenía delante. Entre otras cosas porque era muy distinta de la que había sido mi pareja durante años, de aquella con la que había compartido las experiencias más grandes hasta entonces. Y me despedí de él, en todos los sentidos, me fui a casa, tranquila. Estuve el resto de la tarde sola y contenta. Y eso que el día anterior había estado en una boda preciosa. Y eso que iba a cumplir treinta y un años y no tenía pareja a la vista.

En ocasiones se le tiene miedo al abandono por el que dirán. Porque la prosperidad en nuestra sociedad es igual a tener pareja, un buen trabajo, un buen coche, una casa grande, aunque la casa se caiga a trozos, los gastos del cochazo nos ahoguen, el trabajo nos robe calidad de vida y tiempo de estar con nuestros hijos y la relación de pareja nos reste más que nos sume.

A veces es más fácil seguir adelante con la historia que tenemos en lugar de pararnos en seco y decir: "¡Basta! Esta relación ya no me da lo que yo necesito. En esta relación ya no estoy bien".

Lo confirmo: "Cuando el corazón llora por lo que ha perdido, el espíritu ríe por lo que ha encontrado". Lo ideal sería estar bien con una misma permanentemente, estando en pareja o sin ella.

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