13 abr 2017

La calidad de vida no te la quitan tus hijos sino la falta de apoyo del sistema


Este 2017 estoy haciendo realidad uno de mis sueños y es el de finalmente formarme en Asesoras Continuum®. Es una formación muy completa con varias ramas muy importantes que tiene como objetivo primordial, aunque no único, asesorar y acompañar la mejora del vínculo entre mamá y bebé. Aunque todas me gustan mucho, hace dos semanas empezamos mi favorita: El Acompañamiento, de la mano de Mamen Conte de Umuma. Después de una breve introducción en la que nos confesaba que este módulo nos removería mucho y que seguramente veríamos brotar algunas lágrimas, nos hizo una pregunta: “¿Qué es ser madre hoy día?” 
Después de leer nuestras respuestas, la mía fue “ser superwoman”, nos espetó: “Nadie nos lo ha dicho pero ser madre hoy día es muy duro” y ahí, justo ahí, sentí como unos dedos manoseaban mi corazón hasta escurrirlo delicadamente, lo mecían y empecé a llorar. Fue todo muy rápido, muy directo. No me lo esperaba. Era sólo la presentación del módulo y con una simple frase ya estaba llorando yo. Ni siquiera estaba premenstrual, donde suelo tener la lágrima más fácil, sino en uno de mis momentos más racionales del mes, en esos que "aguanto lo que me echen". Una de las tareas que nos propone Mamen es la de escribir un texto hablando sobre qué significa ser madre hoy día, y aquí va el mío.

"Ser madre hoy día no es duro, es durísimo. Una de mis frases de los últimos dos años es la de “Estamos todos muy desconectados de nuestra biología” y otra es que “ser madre me hizo descender del plano mental al corporal”, es decir, me hizo conectarme a mi fisiología. Tener un bebé te hace bajar el ritmo a la fuerza, adaptarte al suyo. O como le oí una vez a Laura Gutman en una entrevista: “A los bebés mientras que están dentro de nuestro vientre los llevamos nosotras, de aquí para allá, en cambio cuando nacen somos nosotras las que nos tenemos que adaptar a ellos.” 
Y ahí es cuando empieza el “problema”. Y esto lo voy a argumentar con otra frase de otra psicóloga, en este caso Rosa Jové, que dice que “Cuando un niño nace, a sus padres les regala la sociedad un cronómetro y un aro”. El aro para pasar por él, digamos para aceptar como bueno todo lo que se nos proponga, (imponga) a madre (y/o padre) y bebé. El cronómetro para hacerlo rapidito so pena que les empiecen a colgar epítetos negativos como adornos navideños al abeto en diciembre. Hay que correr, hay que producir, hay que ser “normal” y hay que ser uniformes. Porque si te sales de la norma, si te vistes “de paisano” ya estás destacando y eso no le va bien a este sistema, a veces simplemente no te va bien a ti misma.  
Algunas vivimos mal estar en el ojo del huracán por eso reverenciamos ante la consabida y paralizante indefensión aprendida.  
Es el camino fácil, al menos aparentemente. Nos educan para vivir tullidos, pero supuestamente somos todos libres. Por tanto si una mamá se permite hacer las cosas de forma distinta. Si una mamá descubre su instinto, descubre que quiere pasar más de los reglamentarios y tristes 4 meses que el estado español te permite “ser madre a tiempo completo”, pueden pasar dos cosas: Que lo haga, que se deje llevar por ese instinto de forma ilimitada para disfrutar de una maternidad placentera y sin prisas o que no lo haga. Que, a pesar de darse cuenta de lo que quiere, no pueda permitírselo económicamente, o tenga demasiado miedo para afrontar una decisiٕón valiente o “alocada” a ojos ajenos.

La mayoría de las mujeres antes de ser madres se aseguran el tener un puesto estable e indefinido. Es simple, práctico pero sobre todo muy lógico e incluso natural: Hay que garantizarse el pan a una misma y a la prole. A menudo se sienten criticadas o incluso son objeto de acoso laboral cuando se quedan embarazadas. La preocupación económica suele estar siempre presente. Aquí hablo de la realidad más cercana, la del sur. He vivido algunos años en el norte de Europa y sé que es bastante distinto, aunque aún no conozco ningún sistema, fuera de mi mente, que sea perfecto.

Sin embargo, no es hasta que nace tu hijo que empieza la verdadera aventura. 
La preocupación sigue presente, no es para menos, tienes en tus hombros la responsabilidad de la salud y el bienestar de una personita que no puede depender de sí misma. Sabes que sin ti no sobrevive. Y esto te hace estar alerta, constantemente. Si es tu primer hijo te sientes inexperta, además tienes a tu entorno que te lo recuerda con opiniones y consejos reiterados no pedidos. Pero el tiempo va pasando y tu hijo va creciendo, y con él tú.  Mi propia experiencia y la de observación a mis amigas madres es que el tiempo nos va empoderando y poco a poco aprendemos a responder con desenvoltura a los entrometidos. Pero a menudo nos sentimos muy solas. Faltas de tribu. Con la industrialización las mujeres nos alejamos, y seguimos haciéndolo, de nuestra familia y de nuestro instinto. No ayuda el tener que incorporarse al trabajo rápidamente, ni que exista la leche de fórmula, las guarderías o los carritos, aunque a simple vista sí lo hagan.

A menudo las mujeres nos enfrentamos a dos opciones vistas como maniqueas en los tiempos que corren. Una, la de querer estar con nuestros hijos el mayor tiempo posible y la segunda la de querer recuperar nuestra vida, nuestra independencia, indiviudalidad, rápido. Aunque no estoy muy de acuerdo con todo lo que dice Laura Gutman, he de confesar que leerla durante mi puerperio me ayudó a entender ciertas dinámicas y me gustaría citar el título de uno de sus libros el cual me parece bastante gráfico: Mujeres visibles, madres invisibles. Porque mientras que no somos madres estamos activas en nuestra sociedad, cuando nuestra realidad se transforma nos volvemos invisibles. Pero no sólo nosotras, sino también nuestros hijos.

Las madres tienen muchas presiones, las mujeres en general y las madres en particular. 
Me pagaron una carrera en la Universidad. Mis padres siempre me quisieron independiente, pero hace unos años mi madre pareció cambiar en algo y me hizo una confesión reiterada. Ella tiene dos hermanas y su madre, mi abuela, siempre les repetía que fueran independientes económicamente. Así, mi madre creció y empezó a trabajar cuando tenía quince años, porque había necesidad y porque eran otros tiempos. Pasados unos años nací yo y a los tres meses tuvo que volver al trabajo. Eran otros tiempos, ahora la baja de maternidad en España son muchos más...Días...Cuatro meses en total, todo un lujo (léase en tono sarcástico, claro está). Muchos años después se arrepentía de no haber pedido una excedencia o incluso haberse quedado en casa y disfrutar más de la infancia de mi hermano y mía. Durante mucho tiempo admitía haber tomado decisiones erróneas y afirmaba convencida que las mujeres nos habíamos cavado nuestra propia fosa con la “emancipación” porque ahora nos tocaba trabajar en casa y fuera de ella.

Tengo muchas amigas que desempeñan con esmero su profesión, se esfuerzan enormemente en sus trabajos fuera de casa y se dan prisa cada día por llegar a ella. Son madres dedicadas que se pasan la tarde entre el parque y el baño de sus hijos, entre preparar la cena y acompañarlos a dormir. Conozco muchas mujeres que emprenden desde casa y a menudo tienen que pensar en las tareas dentro de ella, en su trabajo y en el cuidado de sus hijos. Hay madres que frecuentemente no pueden acompañar a sus hijos a la cama porque sus horarios laborales no se lo permiten. 

Hay madres muy diferentes, con distintas circunstancias, pero en todas ellas hay un denominador común y por desgracia es la culpa. La diferencia de estas mujeres con las de hace dos o más generaciones es que ahora vivimos en la era de la información. Ahora hay cada vez más libros sobre psicología infantil y sobre crianza. En la red hay blogs de todo y muchas de nosotras vivimos un bombardeo de información que en muchas ocasiones sólo hace alimentar, acrecentar, esa culpa. Porque el ideal de madre, el listón que nos imponemos es cada vez más arduo.
Por eso creo que es tan importante que las mujeres trabajemos juntas. Por eso creo que es importante empoderar a todas las madres. Devolverles su fuerza interior. Su poder adormecido.
Otra pregunta que nos hace Mamen al final de la tarea es si nos gustaría centrarnos en trabajar con “un tipo de madre” sólo. No sé si respondo desde mi posición de poco experta aún en el campo y quizás en el futuro cambie de opinión, pero hoy por hoy admito que me gustaría tratar con “varios tipos de madre” porque pienso que me puede enriquecer mucho en el aspecto personal y en el profesional. Creo fervientemente que los círculos de mujeres, aunque sean muy distintas las unas a las otras, nos benefician a todas.

Lo peor de ser madre hoy no es la responsabilidad en sí, sino el escaso apoyo y acompañamiento de la sociedad. Se puso muy de moda hace unos meses hablar de calidad de vida y maternidad, por aquel entonces yo afirmé que lo que te resta calidad de vida no son los hijos sino la falta de apoyo del sistema. Sigo pensando igual.

Foto

(Todas esas madres en Pinterest haciendo spaguettis de arco iris y plastilina casera y yo aquí en plan "Hoy me he duchado y he mantenido vivos a los niños")

2 comentarios:

  1. Gracias por tus palabras, por tu verdad, y por todo lo demás que tú y yo sabemos.

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    Respuestas
    1. Gracias a ti, Mamen. Encantada de que nuestros caminos se hayan cruzado. Gracias por hacerme urgar aún más profundamente en mí. Cuando pensaba que ya me había mirado dentro bastante, llegaste tú 😍

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