Gracias a una diosa de la maternidad

Una fría noche de extrema soledad veraniega le grité a la Luna "¡Ingrata! ¡Cómo puedes dejar a una hija tuya en semejante desamparo? Y durante esa noche estuvo trabajando para, a la mañana siguiente, entregarme a ella. Que, como una diosa de la maternidad, abrió sus generosos brazos para dejarme entrar en ellos mientras me presentaba a mis nuevas hermanas. Llegaron trayéndome risa y comprensión y abrazo y todo el apoyo que yo necesitaba. Fue un verdadero regalo del cielo. Su calor me protegió del peor golpe que me tenía preparada la vida un par de semanas después. La muerte de mi compañero en pleno puerperio. La muerte del padre de mi hija. En un minuto estaba vivo al siguiente ya no. En un momento se acabó todo. Y me quedé vacía. Se fue sin despedirse. Sin ni siquiera besarnos. Se fue llevándose una parte grande de nuestra esencia. Y me quedé sin guía. Me quedé vacía. Devastada.

Pero ellas me ayudaron. Ellas me guiaron. Ellas me apoyaron. Junto con mi hija supieron darle sentido a mi vida. Ya no estaba sola.

A ellas les debo tanto. Estoy contenta de haber gritado como una loba a la luna...Como una loba herida. Como una loba sin manada, sola en mitad de la noche.

Lo que hace esa mujer, esa diosa de la maternidad, es maravilloso. Es compensador. Es revolucionario. Porque es antiguo. Es sororo. Es unión de hermanas. Y lo hace con arte y con todo el corazón. Con pasión y dedicación.

Inspira a miles de mujeres en distintos países de Iberoamérica a hacer lo que ella hace. A abrirle los brazos a otras mujeres solas. Y a sus hijos. A ser la mejor abogada de los bebés.

Tiene éxito. Mucho. Tiene la vida que ella misma se ha diseñado. "Vive como quiere" ¿Y sabéis cual es el secreto de ese éxito? Su generosidad y su valentía. Y el impulso de ambos: "Su inmenso corazón".

Podrías pensar que es todo marketing. Pero luego la ves en vivo. La conoces y te enamora aún más. Porque es humana. Es cercana. Habla sin parar y todo lo que dice es interesante. Es cariñosa. Le encanta la justicia. Y va dando la cara en todas las causas perdidas y difíciles, con su cuerpo como bandera, medio desnuda, despojada de miedo como una Libertad de Delacroix.

Yo me alegro de no haber sido la hija sumisa que espera de mí el patriarcado. Y de haber gritado y reclamado lo que merezco. Lo que todas las mujeres de corazón nobles, todas las hijas de la luna, merecemos. Una diosa como ella que nos diga: "¿Ves? No estás sola. Aquí estamos yo y tus hermanas" mientras te abre la puerta de su casa grande como su corazón. Gracias a ella y gracias a la luna. Que una vez más me protegió.

Libertad guiando al pueblo, Eugène Delacroix