Hoy evito la verticalidad. Hoy reclamo mi derecho natural por la ley de mi propio cuerpo a quedarme bolita, de ser una madeja al borde de la cama y mira que ni siquiera pido el centro de ella. (Para no alejarme demasiado del mundo, pero sólo porque soy madre). El del sofá también está bien.
Dicen mis chicas que desde que están más conectadas les duelen menos sus úteros, yo digo que es porque les están dando voz. Y espacio. En sus cuerpos y en sus vidas. Dicen que a las mujeres que ya somos madres nos duele menos menstruar. Yo lo confirmo. Y no me extraña. Nuestros cuerpos han crecido con la vida. Nuestro útero a veces reconquista su protagonismo. El arrebatado.
Siempre he tenido la sensación de que hablaba de sangre más que la mayoría de las mujeres que conozco. Hoy me alegro. Porque las mejores lecciones que me ha dado la vida me han traído siempre al cuerpo. Hoy la gente que llenaba de ruido mi vida ya no está en ella. Hoy lo que los demás piensen de mí ya no es asunto mío. Y menos hoy. Hoy martes 17 de enero de 2017. El día que sea. Me da igual. Las personas que tenían la voz cantante ya no la tienen. Hoy la tiene mi cuerpo. Vivo sin jefes. Nadie manda en mi vida que no sea mi cuerpo.
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