Dedicado a todas las mujeres que tuvieron, tienen y tendrán que dejar a sus hijos para reincorporarse al trabajo después de ser madres. Éste lo escribí hace algún tiempo:
Nada. Mañana empiezo a currar como está mandao! De nuevo en un hotel. Turnos. Horarios incompatibles con la vida familiar, sábados, domingos, festivos, días entre semana y fiestas de guardar. En unas horas, de nuevo, entraré en la rueda del capitalismo por la puerta grande. De nuevo a esta esclavitud por 4 duros. Y tampoco, que ganaré medio bien. Aunque no lo suficiente como para no acordarme de los juegos y abrazos con mi niña en estos 10 meses de pasar casi todo el día o todo el día juntas. No lo suficiente como para olvidarme de que mi sueño realmente es otro. No lo suficiente como para no pensar que en realidad yo lo que quiero es cambiar el mundo apoyando a bebés y niños y a sus madres. Pasar mucho tiempo con ellos para vivir más livianamente, al margen del loco ritmo de productividad en el que estamos inmersos. No lo suficiente como para saber que en realidad yo quiero conciliar. Mentira. No quiero conciliar, lo que quiero es estar todo el día con mi hija y de vez en cuando tener mis momentos de rellenarme de energía para volver con más ganas. Lo que quiero es trabajar en algo a medida para mí, pasando mucho tiempo, de calidad y cantidad con ella. Trabajar haciendo lo que me gusta. Lo que hace a mis ojos brillar. Algo que ni siquiera se llame trabajo. Porque no me cueste hacerlo, algo que haga con pasión.
Pero mañana vuelvo a horarios inefables, a echar de menos a mi niña, o más tristemente: a ni siquiera hacerlo porque el ritmo de trabajo no me lo permita. A olvidarme de lo que más me importa en el mundo porque estaré demasiado cansada para pensar en ello: sus sentimientos. Pero hagámoslo. Ahora es lo que toca. Aunque me queme el alma. Enfriaré mis entrañas con la escarcha de la mañana. Para derretirme en el calor de sus brazos al volver a ella. Mientras, en el trabajo, sonreiré y bromearé todo lo que pueda. Sombra de ojos, rimmel y colorete. Que no sepan de mi vida, me debo a mis clientes. En vez de estar cuidando de mi hija, los cuidaré a ellos. Que se sientan como en casa en este frío e impersonal hotel, por lo demás, como todos. Ya nos encargaremos el universo y yo de cambiar en poco tiempo. Porque en el fondo tengo fe. Sobre todo en mí misma.
Esa sensación la tuve y la tengo aún , cuando tengo q dejar a mi hijo en la guarde para ir a trabajar. Q pena
ResponderEliminarSì nena, de verdad que mucha :(
Eliminar